Esta es la historia de una pequeña muy inteligente pero muy inquieta. Su nombre es Sabrina. A pesar de ser una niña que le gustaba mucho jugar y correr, ella salía muy bien en sus clases y en sus tareas sacaba excelentes calificaciones, tanto que era una de las mejores de toda la escuela.
Llegaron las vacaciones escolares y Sabrina les pidió a sus padres que la llevarán a pasear unos días a la vieja y grande granja de su abuela. Los papás se extrañaron mucho de su solicitud, y no entendían mucho porque Sabrina quería ir a ese lugar en donde no había mucha diversión para ella, pero si era lo que ella deseaba y la hacía feliz la llevarían seguramente.
A la siguiente mañana, se fueron a la granja de la abuela para complacer a la niña. Sabrina se levantó más temprano de lo acostumbrado y se puso a observar la hermosa huerta de frutas y hortalizas de la granja vecina de la abuela. Aquel lugar era mágico, había muchas flores, muchos alimentos y frutas frescas. Tenía un jardín hermoso, el más hermoso que había visto sus ojos.
Sabrina muy emocionada le pregunta al señor vecino que cómo puede lograr ella tener un huerto así tan hermoso. La pequeña niña pensaba que sería un gran regalo para la abuela y una gran alegría para todos tener un jardín tan hermoso plantado en la granja.
El señor dueño de la huerta le responde: ¡Ay niña, esto necesita mucho esfuerzo y requiere mucho trabajo! y comenzó a explicarle todo el proceso de la siembra y como hacer paso a paso aquel lugar mágico.
Al pasar unas semanas, la pequeña Sabrina logró obtener los primeros frutos de sus plantas y sus primeras flores y estaba muy feliz. A diario las cuidaba para que crecieran y se pusieran más y más hermosas, pero el resultado no fue así. A pesar de los cuidados de Sabrina, la siembra, las flores y las plantas comenzaron a desaparecer y a ponerse feas, porque todas las noches unos crueles y feos pájaros se comían todo dejando destruido el jardín.
Sabrina muy decepcionada y triste, va a buscar al vecino y le pregunta por qué los pájaros no se meten en su jardín, pero si se están comiendo los frutos de su huerta. El señor vecino la lleva a la casita del jardín y le muestra un espantapájaros. Era un muñeco muy feo, con cabello de paja y piernas de palo, con un sombrero azul viejo y unos brazos largos y desteñidos.
La niña Sabrina al verlo sintió miedo y dijo: ¿para qué sirve ese muñeco tan feo? El señor le dijo; este muñeco es para protegernos porque los pájaros se asustan al verlo y se alejan de la huerta y así se mantienen nuestros alimentos a salvo.
Desde entonces la niña construyó su propio feo y peludo espantapájaros y aprendió que las cosas que parecen feas e inútiles a veces nos traen grandes beneficios en la vida.