Narana, una mujer aventurera que amaba el ejercicio al aire libre y escalar montañas, decidió pasar unos días en la nieve junto a su hermana, mientras que su esposo e hijos esperaban pacientes en casa a la llegada de esta hermosa y dulce mujer.
Llegado el momento de volver, Narana y su hermana se despidieron y separaron sus caminos, y nuestra chica se disponía a volver a casa no sin antes echar un último vistazo a la hermosa nieve que la rodeaba, por lo que en la caminata aprovechaba para mirar por doquier y disfrutar el viaje.
De pronto una tormenta de nieve muy pero muy fuerte comenzó a romper en el lugar y aquellos zapatos en forma de raqueta de tenis de Narana, fueron inservibles ante la fuerza de la naturaleza, que empujaba sin clemencia e hizo que Narana saliera despedida muy lejos.
Pasado esto, Narana decidió poner rumbo a casa de nuevo pero ¡No sabía dónde estaba! Sólo alcanzaba a ver cuatro grandes montañas que simulaban una mano, una muy grande y sólo le quedaba subir a lo más alto para ubicarse.
A medida que subía el terreno era más extraño y sentía burbujas bajo sus pies, como si corriera algún líquido allí, pero no distinguía nada. Así pasaron los días hasta que Narana parecía haber salido de aquella nieve espesa y tenía en frente una gran selva, extraña por su color negro, pero pensaba en poder conseguir la comida que perdió en la tormenta, o cualquier comida que pudiera utilizar.
De pronto, un estruendo bajo los pies y un latido fuerte le hicieron sentir que un gran terremoto se acercaba y escuchó una voz enorme y distante, pero cercana a la vez, que le preguntaba por su presencia en aquel lugar.
Al verse confundida Narana sólo respondía y pensaba que era algún fantasma dueño de la montaña, sin embargo, no era así ¡Estaba encima de un gigante! Así es, encima de un gigante genuino que le explicaba que iba a dormir hasta allá para evitar destruir cualquier pueblo o ciudad, pero que llevaba dos días sin moverse ante la presencia de la chica, con miedo a lastimarla.
Narana, agradecida, le explicó lo que sucedió, a medida que se acercaba a la cara del gigante y también le pedía que bajara la voz, ya que el gran tono le asustaba.
Narana por fin llegó y le contó a su nuevo amigo donde quedaba su casa, no sin antes disculparse por invadir su cuerpo y enterarse que durmió una noche entre los dedos de aquel gigante. Este personaje decidió ayudarle a llegar a su casa por medio de la brisa de su soplido, suficiente para enviarla de vuelta.
Y así fue, el gigante de las risas y la hospitalidad le devolvió a su casa y Narana, a lo lejos, seguía escuchando la voz del gigante, esta vez, a modo de sollozo, por lo que sus sentimientos también se vieron afectados mientras volvía a casa.
De esta manera, un nuevo amigo y una gran historia llegaron a la vida de Narana.