El león y el pavo

En determinado lugar del planeta, un león y un pavo convivían de la manera más amena y eran muy amigos incluso, algo extraño en el reino animal y en la cadena alimenticia, pero en fin, una amistad real.

Ambos acostumbraban reunirse en un claro que se encontraba en el bosque de su morada. Las tardes allí eran cálidas y soleadas, ideales para un buen compartir y disfrutar de la compañía de un buen amigo mientras además, se daban un banquete con la comida que habían conseguido esos días. Todo un placer para ambos cada tarde de sol.

El pavo, era un animal sumamente inteligente y siempre tenía todo planificado, cada paso y sus días los tenía estipulados de manera específica y por nada del mundo se salía del libreto que establecía desde el comienzo, sin embargo, también era muy orgulloso y en ocasiones, petulante y egocéntrico, por lo que al momento de hablar, podría resultar molesto.

Pero esto no era problema para el león, ya que a pesar de los defectos de su amigo, él era muy paciente, tranquilo y llevaba todo con calma, día a día y según las cosas salieran. Presa que cazaba, presa que se comía, en pocas palabras podía ser descuidado y en ocasiones, mediocre y sin visión a futuro, sin planes.

El león y el pavoUna tarde de esas cálidas que tanto le gustaban a ambos, decidieron llegar al claro para comer, pasar lo que quedaba hasta la noche y disfrutar de su amistad y su comida con buena compañía. El León, ya se encontraba allí devorando una presa de ese día, muy feliz y complacido con el banquete. El pavo, por su parte, comía ciruelas y las disfrutaba al máximo, dejando cada hueso de las mismas a un lado apiladas.

De pronto el pavo comenzó a enterrar las semillas y el león intrigado le indicó que perdía, ya que hacía algo aburrido y no estaba comiendo. Típico de un ser que se mueve por instinto y acababa de disfrutar del placer, por lo que no había vacío en él que contara para pensar en algo.

El pavo molesto y lleno de orgullo le indicó que no era su culpa no poseer el mismo nivel de inteligencia, pero que en unos meses vería como su árbol de ciruelas crecería y el león seguiría dependiendo de su suerte. El león queriendo demostrar a su amigo que también era inteligente, decidió enterrar los huesos dispuesto a darle la sorpresa.

Pasaron unos meses y al encontrarse en el lugar, el árbol de ciruelas estaba allí, creciendo frondoso mientras el león escarbaba desesperado, lo que causó una risa enorme del pavo y se burló de su amigo, al reprocharle que evidentemente los huesos no nacían así.

Al volver, luego de un tiempo, el pavo comía ciruelas feliz mientras que el león sólo podía estar triste por su mala suerte, además de no haber encontrado.

De nuevo el pavo se burló y esta vez, al exceder el límite, el león de un zarpazo se comió entero al pavo. El orgullo no debe pasar los límites, y hasta la más grande paciencia tiene uno.

 

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