Gustavillo era un caracol bastante complicado porque estaba siempre acostumbrado a vivir solo, toda su familia era muy ermitaña por lo que no tenía ninguna idea de lo que era vivir junto a otro animalito, aunque fuera otro caracol.

Pasó el tiempo y el caracolillo tanto como el cangrejo comenzaron a ser íntimos amigos, se cuidaban mutuamente, pero es que el nuevo inquilino tenía costumbres que nada agradaban al caracol y cuando pasó un tiempo considerable, él comenzó a hacérselas notar para que las cambie. El cangrejito se tocaba la nariz con las pizas, haciendo algo totalmente fuera de lugar que además podía lastimarlo si es que lo hacía demasiado o mal. Por otro lado, este simpático animalito también comía con la boca abierta, de este modo hacía un ruido enorme y estaba cometiendo una falta de respeto para el caracol que estaba junto a él en la hora de comer. Otra cosa que le molestaba mucho a Gustavillo es que el cangrejito nunca ayudaba en los momentos de limpieza, aunque hacía la mayoría del desorden, luego no quería limpiar la casa.
Estos dos amigos llegaron a pelearse un día porque el caracolillo no soportó ni un minuto más y entonces le dijo todas las cosas juntas que hacía y que le gustaría que las cambie para seguir viviendo juntos, por eso es que el cangrejo tomó todas sus cosas y se marchó de la casa por muchos días. Gustavillo pensó que nunca más volvería a ver a su amigo, quien pasados los días volvió, le pidió perdón y regresó con sus cosas para empezar a hacer las cosas bien y sobre todo empezar a ayudar a su amigo que siempre se encargaba de todo.