Érase una vez una compañía de soldaditos de plomo diseñada para jugar; todos los soldaditos vestían con un uniforme de colores azul y rojo y tenían sobre su hombro un rifle, eran iguales. Bueno, no todos, había uno que tenía una sola pierna, pero a pesar de eso siempre se mantenía firme.
Un día los soldaditos empezaron a sentir que la caja se movía, escucharon ruidos y de repente un niño llamado Carlos abrió la caja y empezó a jugar con ellos, sus padres le habían regalado una caja de soldaditos de plomo; mientras estaban jugando, el soldadito de una sola pierna pudo vio lo lejos a una hermosa bailarina, la cual separaba sólo con una pierna para hacer sus pasos de ballet y se dijo a sí mismo: esa es la mujer perfecta para mi, ella también tiene sólo una pierna.
Cuando Carlos dejó de jugar guardó a todos los soldaditos, menos al de una pierna, porque no lo vio y él aprovechó para pasar viendo a su hermosa bailarina; a la mitad de la noche, cuando la familia dormía, los juguetes decidieron salir y divertirse; un muñeco verde se acercó al soldadito de plomo y al ver que veía con tanto amor a la muñeca bailarina, le dijo: “¿acaso no ves cómo son de diferentes? olvídala”.
Al soldadito no le importó lo que este muñeco verde le había dicho y siguió admirando a la hermosa bailarina; al día siguiente algo muy extraño pasó… Carlos después de jugar dejo al soldadito de una sola pierna junto a la ventana y cuando salió de la habitación, el soldadito cayó al vacío. Aún no se sabe si lo empujó el viento o fue aquel malvado muñeco verde.
Estando fuera de la casa unos niños que iban pasando recogieron al soldadito y ya que estaba lloviendo se les ocurrió hacer una barca de papel, ponerlo dentro de ella y hacerlo navegar por un riachuelo que se había creado por lluvia; el soldadito estaba muy triste, sentía que ese era el último día de su vida y sólo deseaba que su hermosa bailarina estuviera ahí con él.
Cuando el barco de madera por fin se deshizo ya había llegado al río y un pez que estaba ahí se comió al soldadito, así que éste se mantuvo vivo pero dentro del pez, sin poder ir a ningún lado y extrañando a su bailarina; un día el soldadito notó que el pez no se movía y no entendía porque, cuando de pronto escuchó una voz conocida y resulta que era Carlos, su cocinera compró un pez en el mercado y adentro estaba el .
Jugó con él de nuevo, pero esta vez lo dejo cerca de la chimenea y una ráfaga de viento lo hizo caer dentro de ella, aunque esta vez no estaba solo, vio a su lado a la bailarina y juntos se derritieron en aquella chimenea, hasta que sólo quedó un corazón de plomo y una rosa de lentejuelas, la señal del amor que hubo entre ambos.