Había una vez tres cerditos que eran hermanos y cuando ya habían crecido lo suficiente para vivir solos, sus padres decidieron darles permiso de irse de casa a construir sus propios hogares y los cerditos felices lo hicieron.
El primero de los cerditos era bastante perezoso y no quería ocupar demasiado de su tiempo haciendo su casa, porque quería descansar, así que decidió hacerla de paja y unas cuantas ramas; la casa estaba terminada en cuestión de una hora cuando mucho y el cerdito se fue a dormir en su choza.
El segundo cerdito no era tan haragán, así que empezó a construir su casa con madera temprano en la mañana de ese día, paredes de madera, puerta de madera, piso de madera; consideraba que era suficiente, no era complicada, pero tampoco tan sencilla como la del cerdito anterior; para medio día ya había terminado de construir su casa y a descansar se ha dicho.
El último cerdito era el más cuidadoso de todos, él quería tener una casa muy segura para que soportara las inclemencias del clima y cualquier otro problema, así que la hizo con concreto y ladrillos, una casa realmente fuerte que soportaría prácticamente todo; aunque le llevó prácticamente todo el día construirla, incluso habiendo empezado antes que sus dos hermanos, terminó por último, pero su casa estaba hermosa y segura, incluso tenía una chimenea.
Llegó la noche y al momento que el sol se empezaba a ocultar, el lobo empezó a aullar y los primeros dos cerditos se empezaron a preocupar por si llegaba a buscarlos y los tres se encerraron en sus hogares.
Los que tanto temían todos ocurrió… el lobo llegó a tocar la puerta del primer cerdito y le ordenó que saliera para devorarlo y el cerdito no quiso, así que el lobo sopló sobre la casa con muchas fuerzas y sin demasiado esfuerzo, la tumbó en el piso porque era una choza; el cerdito salió huyendo hacia la casa de su hermano más cercano y ambos se encerraron en la casa de madera.
El lobo llegó ahí también y les anunció que si no salían para enfrentar su destino y ser devorados, iba a derribar su casa también; los cerditos no querían, así que el lobo empezó a soplar con mucha fuerza y aunque le costó un poco más, logró botar la casa y los cerditos corrieron hacia la casa de su hermano, a la casa más segura.
Cuando llegaron el lobo hizo la misma amenaza que antes, si no salían iba a soplar hasta botar la casa y a los cerditos no les importó, porque sabían que era de concreto y su aliento no le haría nada a la casa; así fue, el lobo sopló hasta quedarse sin aire y no logró nada, luego intentó entrar por la chimenea y los cerditos pusieron en ella una hoya con agua hirviendo para que cayera en ella, así que ni siquiera terminó de caer cuando ya había salido disparado por el techo y no volvió jamás.
Los tres cerditos aprendieron la lección y reconstruyeron sus casas, pero ahora con concreto.